En la vida
cotidiana realizamos todo tipo de acciones de forma autómata e inconsciente. Si
bien al comenzar cualquier práctica estamos atentos a todo impulsados por la
novedad, en cuanto se convierte en hábito la dificultad para no comenzar a divagar
aumenta exponencialmente.
Las primeras ocasiones que sales a correr permaneces atento desde que te atas los cordones de las flamantes nuevas zapatillas hasta cómo te cuesta respirar o cómo sientes que el gemelo se sobrecarga –se sube-. Cuando nuestro cuerpo se adapta al esfuerzo la mente aprovecha la ocasión para pensar en qué pasó durante el día o ensimismarse en ensoñaciones.
Pero correr, practicar deporte, no es una distracción. Es práctica. Se debe realizar sin tener otra cosa en mente y sin expectativas. Salvo que seas olímpico, no hay motivo especial que te lleve a plantearte expectativas. Todo llega. Correr no es la preparación de alguna otra cosa. Solo es correr.
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